domingo, 28 de febrero de 2021

Promesas digitales

Una de las experiencias más gratificantes que puede tener un estudiante es enfrentarse al salón de clases a analizar el tema de turno. Entre las diatribas del profesor y las experiencias de los alumnos se comienza un viaje inesperado al pasado. Al final de cuentas, todo libro contiene los textos del pasado como de mil y una formas nos repiten los escritores. Dicho de otra forma, la historia es cíclica. Simplemente nos encontramos con distintas versiones del mismo relato.

 


 

El mundo de la literatura llama a este fenómeno de varias formas, desde influencias y tradición hasta intertextualidad. Todo mensaje contiene infinidad de interpretaciones que, según Jakobson, varían según su contexto, interlocutor, receptor y canal de envío, entre otras cualidades.  

Un descendiente de portugueses lo puso de forma más sencilla al narrarnos como Pierre Menard había logrado escribir un Quijote, idéntico palabra por palabra al de Cervantes, pero inspirado por experiencias disimiles en un siglo completamente distinto. Jauss por su parte centró más su atención en la recepción del material presentado, sobre todo si es dramatizado.  

Quizás estos pensadores nunca contemplaron la latinoamericanidad de un viejo adagio: la realidad siempre superará a la ficción. Cualquier idea disparatada parece parte de una memoria colectiva que incluye desde sepelios con honores militares para una pierna hasta la compra de nieve por políticos que en su imaginario pensaron que una verdadera navidad tenía que ser blanca condenando al sur del planeta a celebrar una fiesta completamente falsa. Los complejos tienen sutiles formas de proyectarse.  

Sin embargo, entre tanto carnaval los mejores actores son aquellos que desde su pulpito van regalando futuro. Olvídense del hielo de Melquiades, el progreso ahora se mide digitalmente lo que fuerza que la transformación digital no sólo se enfoque en la economía, las iniciativas de desarrollo y los objetivos de sustentabilidad de 2030.  

Cambiemos metodologías, apelemos al nacionalismo y al folclor. Así pocos se darán cuenta que la verdadera transformación digital latinoamericana tiene varias décadas de vida y promete la masificación de la tecnología de turno. Aunque no se comprenda qué hace o para qué sirve, lo importante no es lo que se dice sino lo que se escucha. Quien promete sabe que gran parte de quienes reciben el mensaje se centran en lo que más tarde que pronto estarán recibiendo. Otros, los que son denostados, pensarán en detallitos como la estructura de costos, las tarifas impositivas, la infraestructura y la capacidad de poder costear lo prometido.  

Parte del problema de este grupo (neoliberales o progresistas según el mercado) es su tamaño, pero su principal desafío es la soberbia. No poder conectar su mensaje porque lo que importa no es lo que se dice, ni como se dice. Lo importante es que es lo que se escucha.  

Nuevamente entramos en el juego de la dramatización de la verdad, utilizando todos los elementos de una buena historia hasta llegar a mover los sentimientos. Por ende, es importantísimo inspirar miedo e inmediatamente solucionarlo con esperanza. Hay que saber construir la figura de la víctima para que pueda ser observada en el otro, no en uno mismo, para de esta forma impartir un sentido de justicia al accionar contra quienes son identificados como el enemigo. Cualquier apelativo de moda sirve. Nada que un bien asesor de publicidad y mercadeo no puedan proveer.  

Se puede prometer con la muestra de un puñado de computadores que se estará cerrando la brecha digital de todo un país. También se puede atacar a los proveedores de no dar cobertura geográfica y de la falta de conectividad en hospitales. ¿Quién con un mínimo sentido de justicia no está a favor de mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables? ¿De ayudar a los enfermos? ¿De educar a los niños? 

La digitalización de la política permite todo tipo de promesas. Grandes plataformas de gobierno electrónico e iniciativas digitales que se promocionan en congresos internacionales, pero son desconocidas porque no se comunican a la población. Desafortunadamente parte de la realidad de la transformación digital que enfrenta América Latina en estos momentos. Mientras tanto las oportunidades perdidas se siguen acumulando.  

No importa el color o ideología de quién lidere un país. Es imperativo que la palabra se utilice para describir acciones concretas de digitalización. Las promesas de justicia y equidad las estamos esperando hace siglos, lo que se necesitan son planes concretos que se comuniquen a la población. Que el mensaje no sea abstracto, que explique claramente cuál es el rol que el estado piensa deben jugar las tecnologías de información y comunicaciones (TIC).  

Lo importante es saber cómo está el gobierno adoptando la innovación tecnológica para hacerse más eficiente, abaratando costos y ofreciendo servicios a un mayor porcentaje de la población. Nuestra memoria colectiva nos ha permitido resucitar muertos, inventar ciudades doradas, combatir injusticias con versos e imaginar a Pakal en una nave espacial.  

Que nuestra tendencia a los populismos no nos condene a la creación de castas digitales. Aprendamos de lo vivido pues esta historia ya la hemos visto. 



Fuente: El Economista

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