Gracias al desarrollo de la inteligencia artificial, se ha conseguido que los robots sean capaces de sentir empatía.
En la actualidad, los trabajos relacionados con el concepto de empatía ya no se centran exclusivamente en comprender el fenómeno a través del estudio de los comportamientos o por correlatos fisiológicos y neurofisiológicos. Con ayuda de la inteligencia artificial, se está intentando conseguir que los robots sean empáticos.
Se prevé que las máquinas tendrán roles sociales y compartirán el entorno con los humanos, es por eso que resulta importante comprender qué tipo de diseños supondrán un beneficio para la educación socioemocional de quienes interactúen con ellos, especialmente los niños.
Percepción-acción
El mecanismo conocido como percepción-acción corresponde a uno de los procesos que cubre la empatía. Se encuentra presente durante los primeros meses de vida y ya se ha logrado implementar con éxito en la inteligencia artificial. Lo que permite este mecanismo es acceder al estado emocional de otra persona a través de las propias representaciones neurales y corporales.
Cuando los niños tienen dos años de edad, es posible observar el desarrollo temprano de la toma de perspectiva.
Niveles de empatía
Un niño alcanza el primer nivel cuando es capaz de entender que aquello que ve puede ser diferente de lo que otra persona en la misma situación podría ver. El segundo nivel se consigue cuando el niño entiende que tanto él como otra persona pueden ver la misma cosa simultáneamente desde perspectivas diferentes.
Robots sociales
Existen tres tipos de robots sociales que siguen un camino de desarrollo parecido al de la empatía humana que se diferencian entre sí debido a la complejidad de sus componentes y al diseño de su proceso empático.
Los robots de tipo I se basan en un aprendizaje práctico; es decir, para aprender una respuesta empática, asocian las expresiones faciales de un instructor con su módulo computacional emocional y cognitivo.
Los de tipo II aprenden mediante la experiencia. Al estar con niños, aprenden a responder y adaptarse a las expresiones emocionales mientras que desarrollan su propio estado de ánimo.
En cuanto al tipo III, el robot es capaz de proyectar escenarios imaginarios que se construyen a partir de señales empáticas, contexto e historia del niño. De esta forma puede anticipar su comportamiento, mostrar emociones como la preocupación y sugerir alternativas de respuesta.
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