En este preciso instante, una empresa con la que usted no tiene relación alguna sabe que está leyendo este texto y tomará nota de la página siguiente que visitará tan pronto termine de leerlo; y registrará la hora, el lugar en donde está y los amigos que tiene. Y utilizará esa información para dirigirlo hacia ofertas comerciales que ellos creen que podrían interesarle de acuerdo con su perfil.
A diferencia de las huellas que dejamos en la arena al caminar en un día de playa, las huellas que dejamos en el ambiente digital son precisas y revelan información detallada acerca de nosotros, que con las herramientas adecuadas otros pueden descifrar. Cada comentario a una foto en Instagram, cada consulta en el buscador y cada mensaje en WhatsApp producen datos (y metadatos) con los que se puede construir un perfil más o menos aproximado de nuestros gustos, hábitos, intereses, intenciones y emociones básicas. Ya se sabe que las grandes plataformas tecnológicas recopilan todo eso, de todos y cada uno de sus billones de usuarios, minuto a minuto, y hacen grandes negocios con la información que a partir de estos datos consolidan. La inversión publicitaria actual se orienta por esta información, procesada automáticamente mediante instrumentos de Inteligencia Artificial, Big Data y analítica avanzada.
Es suficientemente conocido que la era digital terminó con la privacidad. El año pasado se supo que Facebook tiene información aun de las personas que cierran su cuenta y abandonan esa red social. Las tecnologías para crear perfiles de usuarios son cada vez más sofisticadas, rayanas en la ciencia ficción. Desde las antiguas y tradicionales “cookies“, pequeñas piezas de código en los navegadores web para rastrear la navegación, hasta la georreferenciación satelital mediante el chip GPS del teléfono móvil.
El uso de los datos de los usuarios por parte de las plataformas que proveen comunicación (redes sociales, chat, búsquedas, etc.) no es algo nuevo ni un secreto celosamente guardado. Pero millones de personas creyeron descubrirlo hace poco, a comienzos de enero de 2021, cuando se presentó una estampida de abandonos de WhatsApp por cambios en los términos de uso de esa plataforma. Dada la creciente preocupación de los consumidores digitales por los aspectos relacionados con su derecho a la privacidad de los datos personales, he aquí una breve lista de medidas que un usuario promedio puede tomar para proteger su información de la mirada del “Gran Hermano”.
Modificar las configuraciones por defecto
Los navegadores, las redes sociales, los smartphones y todos los dispositivos y plataformas que utilizamos en el mundo digital vienen configurados para rastrearnos, por cuestiones de negocio. Una medida altamente recomendada es modificar esas configuraciones por defecto, personalizándolas para impedir – o al menos limitar – el rastreo y uso de nuestros datos. En Google existe la opción de controles de eliminación automática de los datos de actividad, ubicación, búsqueda, voz y YouTube después de 3 o 18 meses. Se puede configurar cada uno por separado; por ejemplo, el historial de ubicaciones.
Navegar incógnito
Utilizar esta opción, presente en todos los navegadores, es una medida interesante, que se activa seleccionando “Nueva ventana de incógnito” en Chrome, o “Nueva ventana privada” en Firefox. Esto impide que sea guardada información sobre los sitios que visitamos, las cookies y los datos que escribimos en los formularios Web. Aun podrán ver la dirección IP y el proveedor de servicios de internet que utilizamos. Si usted quiere eliminar también esa posibilidad, deberá navegar anónimo, que es una alternativa diferente a incógnito, y que requiere pasos más complejos y herramientas especiales.
No autorice acceso a nada sin revisar antes
Facebook está lleno de apps que ofrecen actividades divertida, del tipo “a qué famoso te pareces” o “cómo te verás cuando estés anciano”. Son trampas de terceros para tener acceso a tus datos, con tu consentimiento.
Miles de apps que instalamos en el smartphone piden autorización para acceder a la cámara, a las fotos y a los contactos. Algunas piden acceso al micrófono y ni siquiera se trata de apps para grabar la voz. Nunca autorices nada, sin revisar cuidadosamente por qué esa app pide autorización.
Precauciones en las redes sociales
No comparta su localización. Muchos lo hacen para alardear de sus vacaciones, pero están entregando información que será utilizada para campañas publicitarias personalizadas.
No etiquete amigos en las fotos, porque está facilitando el reconocimiento facial, del que se encargan poderosos robots que rastrean la Web.
Contraseñas seguras
Con tantos sitios en los que hay que registrarse y crear un usuario, es imposible hoy memorizar contraseñas diferentes para cada uno. Y es un suicidio digital utilizar una única contraseña. Sería como caminar por un barrio peligroso con la llave maestra que da acceso a todo, colgando del bolsillo. Los gestores de contraseñas son una medida obligada. Google ofrece uno, pero existen LastPass y muchos otros, que crean contraseñas seguras por usted, las almacenan con blindaje de primera categoría y se las entregan cuando usted las necesita, para cada sitio Web.
Fuente: Tecnivoro
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