El IceBot es un innovador dispositivo que puede trabajar en los entornos más gélidos e inhóspitos aprovechando los recursos in situ.
La reciente misión a Marte para
el envío del vehículo de exploración Perseverance costó más de dos mil millones
de euros. Dotado de ruedas especialmente adaptadas al terreno marciano, se
espera que resista las duras condiciones de trabajo. Aunque claro, si una de
las ruedas falla, no habrá un taller mecánico al que acudir. Si se pretende
abaratar el coste y mejorar la durabilidad de estas misiones, es imprescindible
empezar a explorar alternativas. Un primer paso en esa dirección podría ser
el prototipo de
robot desarrollado por el laboratorio GRASP de la
Universidad de Pensilvania en Filadelfia. Lo han bautizado como IceBot porque,
fundamentalmente, está hecho de hielo. Y bajo tres premisas fundamentales: un
dispositivo autorreconfigurable, autorreplicable y autorreparable.
El
primer modelo se ha fabricado a mano, pero ya es operativo y puede desplazarse
utilizando ruedas y un cuerpo central de hielo. Los investigadores están
estudiando diversas técnicas de fabricación aditiva y sustractiva, aunque por
ahora la más eficiente ha demostrado ser el esculpido mecánico por medio de
taladros. Una de las propuestas del equipo es que, en un futuro, se envíen dos
tipos de robots en las misiones de exploración interplanetaria. Por un lado,
habría un robot que se encargaría de buscar y recolectar los materiales de
fabricación y, por el otro, un robot en el que se instalasen o reparasen las
piezas de hielo.
Por
supuesto, los sistemas eléctricos y conectores de este proyecto tecnológico seguirían
fabricándose con aleaciones metálicas, pero el objetivo sería reducirlas a lo
imprescindible para minimizar problemas técnicos irreversibles. El dispositivo
actual tiene un peso de 6,3 kilogramos y, por ahora, se pondrá a prueba en los
entornos antárticos. El objetivo es que en un futuro permita explorar planetas
y asteroides donde haya hielo disponible en abundancia y temperaturas muy
bajas.
Globos robóticos, otra alternativa de exploración en
entornos inhóspitos
El proyecto Venera de la Unión Soviética tenía el objetivo de explorar Venus. Allí, unas condiciones que conjugan temperaturas extremas, nubes de ácido sulfúrico y una elevada presión atmosférica, planteaban un reto mayúsculo. Fue preciso enviar trece sondas hasta lograr captar imágenes de la superficie del planeta. Cuando la Venera 13 aterrizó por fin exitosamente, logró enviar las primeras, y por ahora únicas, imágenes en color. Por desgracia, su vida útil fue de tan solo ciento veintisiete minutos, el tiempo que tardó en sucumbir a las condiciones infernales reinantes. Así que, por ahora, enviar vehículos de exploración como el Perseverance a Venus para misiones de larga duración sigue siendo un reto insuperable. Una alternativa consiste en apostar por la exploración aérea. Así, la NASA acaba de firmar un acuerdo con una empresa estadounidense para desarrollar un nuevo modelo de globo robótico para la exploración de Venus.
La ventaja de los globos es que suponen un término medio entre la exploración directa sobre el terreno y el uso de satélites. Los nuevos globos se diseñarán para afrontar una atmósfera hostil y a la vez ofrecer análisis más detallados que los satélites en órbita sin poner en peligro la integridad del dispositivo. La idea es desarrollar un globo de alta resistencia equipado con sistemas electrónicos que le permitan navegar de forma autónoma por la atmósfera venusina.
Si
quieres saber más sobre otras tecnologías que nos permitirán explorar e incluso
colonizar otros planetas, te recomendamos este artículo sobre la impresión 3D de edificios en
Marte o este otro sobre la utilización de hongos para
construir edificios que ya está barajando la NASA.
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