sábado, 2 de mayo de 2020

Cuando la pandemia se enfrenta con una app


Antes del 23 de marzo, operadores como Claro, Tigo y Movistar no estaban autorizados para compartir los datos personales de sus clientes con entidades públicas. Como el gobierno declaró Estado de Emergencia (ver Glosario), ellos pueden recolectar información personal y enviarla a estas instituciones. Estas la pueden usar para “prevenir, tratar o controlar” la propagación del nuevo coronavirus. Eso dice una circular externa enviada por la Superintendencia de Industria y Comercio a Asomóvil, la asociación que congrega a los operadores Claro, Movistar y Tigo.





Esa estrategia, al igual que la del confinamiento, sonaría autoritaria en condiciones normales. O pregúntese: ¿desde cuándo el Instituto Nacional de Salud tendría por qué saber los lugares que usted ha visitado? Sin embargo, esta pandemia no es una situación normal: es la primera vez que el mundo hiperconectado, el del big data e inteligencia artificial, enfrenta una calamidad pública de estas dimensiones. Eso ha abierto un debate frente a la transparencia de los gobiernos que usan aplicaciones y datos personales de sus ciudadanos para enfrentar el problema.

El historiador Yuval Noah Harari sentenció en una columna del pasado 20 de marzo en el Financial Times que esta emergencia podría dejarle una difícil decisión a la humanidad: escoger entre la privacidad de su sistema biológico o la salud. Harari cuestiona el rumbo que podría tomar el uso de la tecnología en la salud, en especial, si los gobiernos usan datos personales, como el seguimiento de la temperatura u otros signos corporales en tiempo real, para controlar a los ciudadanos y así anticiparse y frenar nuevos brotes de epidemias. Él cita el ejemplo de China, pero ellos no son los únicos. Estas son las estrategias de algunos países y los esfuerzos de otras gigantes tecnológicas.

 ¿Quién pone el ejemplo?
 Los chinos optaron por un sistema de vigilancia que clasifica a los ciudadanos por colores, para determinar si pueden o no estar fuera de casa. Cada uno tiene un código QR que se actualiza al cruzar datos de cámaras de termografía en sitios públicos, geolocalización de los celulares, reportes de centros de salud, entre otros. Si es verde, tiene permiso de circular con libertad; amarillo significa que esa persona estuvo en una zona de peligro de infección (y debería estar aislada 7 días), y el rojo es para los que representan alto riesgo de covid-19 (deberían estar confinados 14 días).
 
“Después de registrarse con un número de teléfono, nombre y número de identificación, los usuarios pueden saber si estuvieron en contacto cercano con alguien infectado”, dice en una publicación del 10 de febrero de la página de la Comisión Nacional de Salud de China.

Carolina Botero, directora de la Fundación Karisma, una organización que trabaja por la promoción de los derechos humanos en el mundo digital, señala que ese país lleva construyendo un Estado de vigilancia hace más de una década, y aunque esa estrategia suene razonable dada la emergencia, no se debe ver como la única opción.

En una columna para El Espectador, del pasado 27 de marzo, Botero resalta el ejemplo de Singapur, como una opción para mitigar los efectos para la privacidad. En ese país, explica un informe de Reuters, la aplicación TraceTogether intercambia señales de bluetooth entre usuarios que estén a menos de dos metros y crea un registro que queda guardado en el teléfono. Los ciudadanos, que no están obligados a descargar la aplicación, envían esa información al gobierno, que aseguró no acceder a la ubicación de los usuarios y suspender el uso de la herramienta en la medida que disminuyan los contagios.

Google y Apple se suman
A mediados de abril, las gigantes tecnológicas publicaron imágenes de cómo se redujo el tráfico peatonal y de carros en las ciudades, producto de las medidas de confinamiento. Esta información estaba anonimizada y solo se mostró en términos de porcentajes. Desde ahí comenzó una alianza que no ha dejado de dar de qué hablar. No solo porque es una unión histórica de dos rivales en la tecnología sino por las mismas cuestiones de privacidad, ya que las compañías dijeron que pondrían su recopilación de datos al servicio del gobierno.

Esa misma semana, medios especializados como The Verge y Motherboard se sumergieron en los rincones del documento que explican la alianza y encontraron algunos puntos relevantes:

Primero, ellos no están trabajando en una aplicación sino en una actualización para los sistemas operativos iOS y Android, que activaría las señales bluethooth de dos teléfonos que están en un rango de máximo 100 metros a la redonda, creando un código que alimenta una gran base de datos.
La utilidad del proyecto comenzaría cuando una persona que sale positivo en una prueba de covid-19 mande un registro voluntario a la base da datos central y este envíe notificaciones a los teléfonos que han estado cerca. Según las compañías, la trazabilidad entre los dos sistemas operativos es lo que permitiría llegar a muchas más personas. Pero no son claros en cuál es la distancia que van a tener en cuenta para enviar las alertas.

Se espera que la iniciativa se termine de pulir a mediados de mayo y que las compañías envíen una actualización a los teléfonos para que comience a funcionar, pero hacen énfasis en que sigue siendo opcional y cada usuario es libre de activarla o no.

El tema se puede ver desde dos perspectivas, señala Daniel Urrea, investigador en comunicación digital de la Universidad de Antioquia, “quienes dicen que con los datos pueden hacer mucho daño y quienes dicen que son esos mismos datos los que nos hacen la vida más fácil. Esa es una discusión que se tiene que seguir dando, por el bienestar de la libertad de expresión y de tener ciudadanos más informados”.

Antes del 23 de marzo, operadores como Claro, Tigo y Movistar no estaban autorizados para compartir los datos personales de sus clientes con entidades públicas. Como el gobierno declaró Estado de Emergencia (ver Glosario), ellos pueden recolectar información personal y enviarla a estas instituciones. Estas la pueden usar para “prevenir, tratar o controlar” la propagación del nuevo coronavirus. Eso dice una circular externa enviada por la Superintendencia de Industria y Comercio a Asomóvil, la asociación que congrega a los operadores Claro, Movistar y Tigo.

Esa estrategia, al igual que la del confinamiento, sonaría autoritaria en condiciones normales. O pregúntese: ¿desde cuándo el Instituto Nacional de Salud tendría por qué saber los lugares que usted ha visitado? Sin embargo, esta pandemia no es una situación normal: es la primera vez que el mundo hiperconectado, el del big data e inteligencia artificial, enfrenta una calamidad pública de estas dimensiones. Eso ha abierto un debate frente a la transparencia de los gobiernos que usan aplicaciones y datos personales de sus ciudadanos para enfrentar el problema.

El historiador Yuval Noah Harari sentenció en una columna del pasado 20 de marzo en el Financial Times que esta emergencia podría dejarle una difícil decisión a la humanidad: escoger entre la privacidad de su sistema biológico o la salud. Harari cuestiona el rumbo que podría tomar el uso de la tecnología en la salud, en especial, si los gobiernos usan datos personales, como el seguimiento de la temperatura u otros signos corporales en tiempo real, para controlar a los ciudadanos y así anticiparse y frenar nuevos brotes de epidemias. Él cita el ejemplo de China, pero ellos no son los únicos. Estas son las estrategias de algunos países y los esfuerzos de otras gigantes tecnológicas.

¿Quién pone el ejemplo?
Los chinos optaron por un sistema de vigilancia que clasifica a los ciudadanos por colores, para determinar si pueden o no estar fuera de casa. Cada uno tiene un código QR que se actualiza al cruzar datos de cámaras de termografía en sitios públicos, geolocalización de los celulares, reportes de centros de salud, entre otros. Si es verde, tiene permiso de circular con libertad; amarillo significa que esa persona estuvo en una zona de peligro de infección (y debería estar aislada 7 días), y el rojo es para los que representan alto riesgo de covid-19 (deberían estar confinados 14 días).

“Después de registrarse con un número de teléfono, nombre y número de identificación, los usuarios pueden saber si estuvieron en contacto cercano con alguien infectado”, dice en una publicación del 10 de febrero de la página de la Comisión Nacional de Salud de China.

Carolina Botero, directora de la Fundación Karisma, una organización que trabaja por la promoción de los derechos humanos en el mundo digital, señala que ese país lleva construyendo un Estado de vigilancia hace más de una década, y aunque esa estrategia suene razonable dada la emergencia, no se debe ver como la única opción.

En una columna para El Espectador, del pasado 27 de marzo, Botero resalta el ejemplo de Singapur, como una opción para mitigar los efectos para la privacidad. En ese país, explica un informe de Reuters, la aplicación TraceTogether intercambia señales de bluetooth entre usuarios que estén a menos de dos metros y crea un registro que queda guardado en el teléfono. Los ciudadanos, que no están obligados a descargar la aplicación, envían esa información al gobierno, que aseguró no acceder a la ubicación de los usuarios y suspender el uso de la herramienta en la medida que disminuyan los contagios.
Google y Apple se suman
A mediados de abril, las gigantes tecnológicas publicaron imágenes de cómo se redujo el tráfico peatonal y de carros en las ciudades, producto de las medidas de confinamiento. Esta información estaba anonimizada y solo se mostró en términos de porcentajes. Desde ahí comenzó una alianza que no ha dejado de dar de qué hablar. No solo porque es una unión histórica de dos rivales en la tecnología sino por las mismas cuestiones de privacidad, ya que las compañías dijeron que pondrían su recopilación de datos al servicio del gobierno.

Esa misma semana, medios especializados como The Verge y Motherboard se sumergieron en los rincones del documento que explican la alianza y encontraron algunos puntos relevantes:

Primero, ellos no están trabajando en una aplicación sino en una actualización para los sistemas operativos iOS y Android, que activaría las señales bluethooth de dos teléfonos que están en un rango de máximo 100 metros a la redonda, creando un código que alimenta una gran base de datos.
La utilidad del proyecto comenzaría cuando una persona que sale positivo en una prueba de covid-19 mande un registro voluntario a la base da datos central y este envíe notificaciones a los teléfonos que han estado cerca. Según las compañías, la trazabilidad entre los dos sistemas operativos es lo que permitiría llegar a muchas más personas. Pero no son claros en cuál es la distancia que van a tener en cuenta para enviar las alertas.

Se espera que la iniciativa se termine de pulir a mediados de mayo y que las compañías envíen una actualización a los teléfonos para que comience a funcionar, pero hacen énfasis en que sigue siendo opcional y cada usuario es libre de activarla o no.

El tema se puede ver desde dos perspectivas, señala Daniel Urrea, investigador en comunicación digital de la Universidad de Antioquia, “quienes dicen que con los datos pueden hacer mucho daño y quienes dicen que son esos mismos datos los que nos hacen la vida más fácil. Esa es una discusión que se tiene que seguir dando, por el bienestar de la libertad de expresión y de tener ciudadanos más informados”.

Esto es lo que se sabe de momento, pero la decisión de compartir su información, en este caso, sigue siendo suya y no del gobierno o el fabricante que diseñó su celular.


Fuente: ElColombiano

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