La acción se produjo en Libia en marzo de 2020 y no ha trascendido si hubo víctimas mortales.
¿Es ya demasiado tarde para prohibir las armas autónomas letales? Drones militares podrían haber atacado por primera vez a seres humanos de forma completamente autónoma el año pasado en Libia, según un informe hecho público por las Naciones Unidas y que ha recogido la revista New Scientist. No han trascendido detalles del incidente ni si hubo víctimas mortales.
El informe de las Naciones Unidas hace referencia a un episodio que se produjo en marzo de 2020 durante la guerra civil que asola Libia y que enfrentaba al entonces primer ministro reconocido por la ONU, Faiez Serraj Fayez Sarraj, con las tropas que lidera el general Jalifa Hafter, de 77 años, hombre fuerte del este del país y respaldado por Rusia. Esta guerra fomentó el nacimiento de mafias de traficantes que mandaban hacia Europa a más de 100.000 emigrantes irregulares cada año, hundió en la miseria al país con las mayores reservas de petróleo en África y provocó la llegada del Estado Islámico. En diciembre pasado, el Parlamento del país aprobó la formación de un Gobierno de transición impulsado por la ONU al frente del cual se situó Abdelhamid Dabeiba, un empresario millonario de 61 años
Ese día, Serraj anunció la operación Tormenta de paz en contra de las fuerzas rebeldes con el apoyo de Turquía. Esta ofensiva provocó la retirada de las fuerzas de Hafter, cuyas tropas fueron posteriormente perseguidas y atacadas a distancia, según asegura la ONU, “por vehículos aéreos de combate no tripulados o sistemas de armas autónomos letales como el STM Kargu-2″. Su uso y su despliegue supone un incumplimiento del párrafo 9 de la resolución 1970 (2011).
STM es una empresa turca constituida en 1991. El arma usada, este STM Kargu-2, es un dron capaz de llevar a cabo ataques en modo enjambre y operar de manera autónoma, según explica la propia compañía. El aparato “puede utilizarse eficazmente contra objetivos estáticos o en movimiento gracias a sus capacidades de procesamiento de imágenes en tiempo real y a los algoritmos de aprendizaje automático integrados en la plataforma”, explica la empresa. Estos aparatos pueden ser teledirigidos. Van, sin embargo, provistos de cámaras de video electroópticas e infrarrojas y un sistema de imágenes láser (LIDAR) que les permiten operar de forma totalmente autónoma. Gracias al aprendizaje automático se puede enseñar a los aparatos a detectar e interpretar movimientos de tropas o unidades militares como tanques.
Estos letales sistemas autónomos de armas fueron programados en la costa de Libia para “atacar objetivos sin requerir la conectividad de datos entre el operador y la munición”, en palabras de las Naciones Unidas, con “una verdadera capacidad de ‘disparar, olvidar y encontrar”. Los vehículos aéreos de combate no tripulados y la pequeña capacidad de inteligencia, vigilancia y reconocimiento de drones con que cuentan las fuerzas afiliadas a Hafter fueron neutralizados mediante interferencia electrónica gracias al sistema de guerra electrónica Koral.
Los drones, de hecho, se han convertido en la punta de lanza de las intervenciones de Turquía en Libia, Siria y el Cáucaso, donde se han demostrado superiores a los sistemas de defensa antiaérea rusos, considerados de entre los más avanzados del mercado. Estos aparatos fueron utilizados en la contienda que enfrentó a Armenia y Azerbaiyán por el enclave de Nagorno Karabaj a finales del pasado año.
“Hasta ahora habíamos visto drones en papeles auxiliares o de reconocimiento, o en misiones de eliminación puntual de objetivos, como ha hecho EE UU en Yemen, Somalia o Afganistán. Pero en el Karabaj hemos visto por primera vez una guerra en la que los drones llevan prácticamente todo el peso de la campaña aérea”, afirmó a EL PAÍS en noviembre pasado el analista de Defensa Jesús Manuel Pérez Triana. No es que los drones sean el futuro, “son el presente”, subraya Pérez Triana. La operación en Libia, de esta manera, supone un paso adelante en el uso de estas armas.
Los drones usados en el Cáucaso, al igual que en Libia, también llevan la firma turca. Estos conflictos son utilizados, además, como escaparate para que Turquía promocione su tecnología: Qatar, Ucrania, Pakistán y Serbia han adquirido o mostrado interés en adquirir drones turcos. “Turquía no ha superado a EE UU, China o Israel como productor de drones”, sostiene Dan Gettinger, analista del Instituto Mitchel de Estudios Aeroespaciales. “Pero se está convirtiendo en un mercado emergente”.
Fuente: El País
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